Sí, lo reconozco, soy débil.
Me afecta no poder encauzar algunas relaciones familiares difíciles.
Me desespera llevar años luchando con situaciones laborales injustas, encadenando una tras otra.
Me encorajina no mantener el nivel físico de años anteriores por mis problemas de salud.
Me entristece no haber valorado a personas que amaba y que lo merecían; y haber actuado justo al contrario con otras.
Me duele que me llamen "pesimista", "indecente" , solo porque a veces, si me preguntas cómo estoy, no digo que "bien" si no te cuento cómo estoy.
¿Eso quiere decir que me rindo? No necesariamente, me entran muchas veces ganas de mandarlo todo a paseo, desaparecer. Pero, aunque soy débil, soy más parecido al boxeador que, después de veinte asaltos, magullado y sangrante, joder, sigue en pie.
No me rindo porque me han dibujado así
Quizás penséis que no debería publicar este tipo de escritos. Yo mismo pienso que , de algún modo, es un poco pornográfico mostrar en público los sentimientos. Que lo hago por llamar la atención. Que cada uno tiene que cocer sus propios monstruos.
Igual es cierto.
Pero es que vale más una muestra de afecto que mil consejos de positividad o sobre ignorar los problemas. Esos consejos, por favor, a Coelho o a un avestruz, que son dos especies que los entienden y los siguen a la perfección.
Sir Duke (las crónicas de Rafa)
jueves, octubre 08, 2015
domingo, septiembre 13, 2015
Set en blanco
Despierto a las cuatro de la madrugada con la extraña sensación de no haber completado ninguna de mis tareas. Apenas ha comenzado la semana y ya voy con retraso em mis obligaciones.
Parece que no voy a dormir, así que alargo el brazo y, en su pantalla, mi teléfono me sugiere que haga nuevos amigos en Facebook. Reviso sus sugerencias y algunas de esas personas son viejas conocidas que duplican su vida virtual, por lo visto, otras no las he tratado en mi vida. Dejo de curiosear cuando compruebo quién es la última de esas sugerencias. Ella me partió el corazón y ni sabía sus apellidos.
Navego por otra red social que solo muestra fotos que cuelgan sus usuarios. Allí estás tú, retratando una ciudad norteña, siempre con tanto gusto enfocando. Hablas de running y de salidas de buena mañana, tú que siempre decías que los corredores éramos poco estilosos. Ahora sales con un taliban del correr y su visión del asunto ha cambiado, por lo que parece.
Tengo más mensajes sin leer, pero prefiero contar los aviones que pasan por mi ventana, preguntándome de dónde vienen a estas horas; ansiando tomar alguno de los que se marchan.
Parece que no voy a dormir, así que alargo el brazo y, en su pantalla, mi teléfono me sugiere que haga nuevos amigos en Facebook. Reviso sus sugerencias y algunas de esas personas son viejas conocidas que duplican su vida virtual, por lo visto, otras no las he tratado en mi vida. Dejo de curiosear cuando compruebo quién es la última de esas sugerencias. Ella me partió el corazón y ni sabía sus apellidos.
Navego por otra red social que solo muestra fotos que cuelgan sus usuarios. Allí estás tú, retratando una ciudad norteña, siempre con tanto gusto enfocando. Hablas de running y de salidas de buena mañana, tú que siempre decías que los corredores éramos poco estilosos. Ahora sales con un taliban del correr y su visión del asunto ha cambiado, por lo que parece.
Tengo más mensajes sin leer, pero prefiero contar los aviones que pasan por mi ventana, preguntándome de dónde vienen a estas horas; ansiando tomar alguno de los que se marchan.
miércoles, abril 08, 2015
Empatía
Mi mente y mi cuerpo hace un tiempo que andan distanciados. Están peleados, pero no tienen más narices que convivir en el mismo espacio, como una pareja que lleva casada toda la vida y que, de repente, abandonó el estado de "días de vino y rosas" para un buen día comprobar, lastimosamente, que ya no se reconocen el uno al otro.
Mi postura al respecto de este desencuentro siempre ha consistido en intentar adaptarme al medio, aunque, como rezan las calificaciones de la nueva-vieja-extinta ley de enseñanza, estoy "en proceso" de adaptación.
Ayer, sin ir más lejos, la tarde prometía ser excelente. Después de arreglar algunos contratiempos de salud (pulmones, bronquios, demás aparatos internos medio estropeados) la semana pasada ya había empezado a correr, más bien a trotar, unos cuantos minutos. Y me sentía bien, con mis zapatillas nuevas y mi artilugio de control cardiaco - gps - mira satélites - y no sé qué más cosas puede hacer.
También me motivaba el recuperarme justo a tiempo para comenzar un ciclo de iniciación a la carrera a pie de mi equipo (me resisto a llamarlo "running", si tengo tiempo escribiré esta entrada en inglés y entonces sí que emplearé esa palabra).
La temperatura era fenomenal, un solecito de primavera que no molestaba, sino todo lo contrario. Empiezo a trotar por el cauce del río y compruebo que hay un pequeño tramo de camino nuevo que quieren dar a conocer como "circuito de running", una manera como otra cualquiera de segregar espacios públicos y, sospecho, un intento de obtener rédito político al fenomeno correril. Lo cierto es que, en mi recorrido por esos 200 metros inaugurados, tan sólo me crucé con dos chiquillas en patines y una señora paseando al perro.
Conclusión 1 - los espacios públicos siempre acaban autogestionándose
No debía ir tan mal de fuelle para que me diera por pensar en estas cuestiones urbanas, el ritmo que llevaba era tranquilo (no estoy para más, por otra parte); así que cumplí sin problemas con los 20 minutillos de calentamiento antes de ponerme a hacer lo que, según el plan de entrenamiento, debían ser unas series de 100 metros.
Es aquí cuando viene el primer punto de giro de la historia
Completé las dos primeras series sintiéndome bien, mi cabeza iba controlando la secuencia de zancadas y mis piernas parecían obedecer, la respiración era fluida y acompasada, todo parecía tan bonito y extraño a la vez, hacía tanto tiempo hacía que no sentía el viento en la cara, !estaba corriendo de nuevo!
Respiré durante un par de minutos, contento por anticiado, ya que iba a resolver ese primer entrenamiento, y me dispuse a completar la última serie. Me sentía incluso mejor que en las anteriores, braceo y alcanzo lo que se conoce como "velocidad absurda", sonrío cuando quedan unos pocos metros para terminar. Es entonces cuando mi cerebro detecta que algo va mal, da la orden de reducir pero es demasiado tarde. La pierna izquierda, abrumada por esas sensaciones atléticas recuperadas, decide que no está para esos trotes y me dedica un latigazo a la altura del muslo que lo deja inservible.
Es bien sabido que detrás de un paso tiene que venir otro, en caso contrario te caes al suelo. Pero, como he señalado antes, el muslo decidió que hasta ahí había llegado, la pierna izquierda se quedó en el aire sin completar su trabajo y, bueno, la gravedad hizo el resto.
Estaba a un kilómetro y medio de mi casa, en pleno parque de Mislata. Quiso la casualidad que, además del tremendo costalazo que me di, otro acontecimiento inusual se diera en ese mismo lugar y en ese preciso instante. Una chica de unos veinte años, única testigo de mi caída, estaba recibiendo la llamada de Telecinco para participar como tronista en "Hombres, mujeres y viceversa", hecho que, sin duda, iba a cambiar su vida y convertirla en un despiporre de fama, gloria, laca y billetes de veinte euros.
Supongo que la llamada que atendía tendría ese nivel de importancia porque, en otro caso, no entiendo como pudo asistir a mi caída, mi posterior semi desvanecimiento y mi intento (al final completado) de agarrarme a la verja del parque, sin mover un músculo siquiera.
La empatía es un valor a la baja en estos tiempos, por lo visto.
Con gran habilidad había olvidado el móvil en casa, por lo que nadie iba a venir a recogerme. Suerte que, no sé si por la adrenalina o porque no me quedaba otra (tenía que trabajar), pude poco a poco regresar a casa, imitando con mis andares aquel sketch de los Monty Phyton del Ministerio de los Andares estúpidos (si no lo has visto, lo tienes en youtube)
Resultado del entrenamiento - Rotura fibrilar + magulladuras + ego herido + incredulidad
Conclusión 2 - reposo, y tras la curación, a intentarlo de nuevo.
PS - Vale, no hace falta que busques el sketch, ya te lo enlazo aquí...
Mi postura al respecto de este desencuentro siempre ha consistido en intentar adaptarme al medio, aunque, como rezan las calificaciones de la nueva-vieja-extinta ley de enseñanza, estoy "en proceso" de adaptación.
Ayer, sin ir más lejos, la tarde prometía ser excelente. Después de arreglar algunos contratiempos de salud (pulmones, bronquios, demás aparatos internos medio estropeados) la semana pasada ya había empezado a correr, más bien a trotar, unos cuantos minutos. Y me sentía bien, con mis zapatillas nuevas y mi artilugio de control cardiaco - gps - mira satélites - y no sé qué más cosas puede hacer.
También me motivaba el recuperarme justo a tiempo para comenzar un ciclo de iniciación a la carrera a pie de mi equipo (me resisto a llamarlo "running", si tengo tiempo escribiré esta entrada en inglés y entonces sí que emplearé esa palabra).
La temperatura era fenomenal, un solecito de primavera que no molestaba, sino todo lo contrario. Empiezo a trotar por el cauce del río y compruebo que hay un pequeño tramo de camino nuevo que quieren dar a conocer como "circuito de running", una manera como otra cualquiera de segregar espacios públicos y, sospecho, un intento de obtener rédito político al fenomeno correril. Lo cierto es que, en mi recorrido por esos 200 metros inaugurados, tan sólo me crucé con dos chiquillas en patines y una señora paseando al perro.
Conclusión 1 - los espacios públicos siempre acaban autogestionándose
No debía ir tan mal de fuelle para que me diera por pensar en estas cuestiones urbanas, el ritmo que llevaba era tranquilo (no estoy para más, por otra parte); así que cumplí sin problemas con los 20 minutillos de calentamiento antes de ponerme a hacer lo que, según el plan de entrenamiento, debían ser unas series de 100 metros.
Es aquí cuando viene el primer punto de giro de la historia
Completé las dos primeras series sintiéndome bien, mi cabeza iba controlando la secuencia de zancadas y mis piernas parecían obedecer, la respiración era fluida y acompasada, todo parecía tan bonito y extraño a la vez, hacía tanto tiempo hacía que no sentía el viento en la cara, !estaba corriendo de nuevo!
Respiré durante un par de minutos, contento por anticiado, ya que iba a resolver ese primer entrenamiento, y me dispuse a completar la última serie. Me sentía incluso mejor que en las anteriores, braceo y alcanzo lo que se conoce como "velocidad absurda", sonrío cuando quedan unos pocos metros para terminar. Es entonces cuando mi cerebro detecta que algo va mal, da la orden de reducir pero es demasiado tarde. La pierna izquierda, abrumada por esas sensaciones atléticas recuperadas, decide que no está para esos trotes y me dedica un latigazo a la altura del muslo que lo deja inservible.
Es bien sabido que detrás de un paso tiene que venir otro, en caso contrario te caes al suelo. Pero, como he señalado antes, el muslo decidió que hasta ahí había llegado, la pierna izquierda se quedó en el aire sin completar su trabajo y, bueno, la gravedad hizo el resto.
Estaba a un kilómetro y medio de mi casa, en pleno parque de Mislata. Quiso la casualidad que, además del tremendo costalazo que me di, otro acontecimiento inusual se diera en ese mismo lugar y en ese preciso instante. Una chica de unos veinte años, única testigo de mi caída, estaba recibiendo la llamada de Telecinco para participar como tronista en "Hombres, mujeres y viceversa", hecho que, sin duda, iba a cambiar su vida y convertirla en un despiporre de fama, gloria, laca y billetes de veinte euros.
Supongo que la llamada que atendía tendría ese nivel de importancia porque, en otro caso, no entiendo como pudo asistir a mi caída, mi posterior semi desvanecimiento y mi intento (al final completado) de agarrarme a la verja del parque, sin mover un músculo siquiera.
La empatía es un valor a la baja en estos tiempos, por lo visto.
Con gran habilidad había olvidado el móvil en casa, por lo que nadie iba a venir a recogerme. Suerte que, no sé si por la adrenalina o porque no me quedaba otra (tenía que trabajar), pude poco a poco regresar a casa, imitando con mis andares aquel sketch de los Monty Phyton del Ministerio de los Andares estúpidos (si no lo has visto, lo tienes en youtube)
Resultado del entrenamiento - Rotura fibrilar + magulladuras + ego herido + incredulidad
Conclusión 2 - reposo, y tras la curación, a intentarlo de nuevo.
PS - Vale, no hace falta que busques el sketch, ya te lo enlazo aquí...
sábado, diciembre 20, 2014
Tú decides
Mi nevera parece más un tablón de anuncios que un almacén de comida. El interior permanece frío pero sin nada dentro que cocinar o llevarse a la boca, mientras que la puerta del frigorífico está repleta de imanes de lugares exóticos, dibujos de mis sobrinas y notas recordatorias.
La nota que tengo más en cuenta está escrita en el reverso del catálogo de un restaurante de comida china, y tan sólo reza "Hoy tú decides"
Lo dejé escrito hace un tiempo, porque a veces se me olvidaba que, en la mayor parte de las ocasiones, tengo el poder de decidir: si apostamos por embarcarnos en un proyecto, o si nos mantenemos en el barco cuando las cosas pintan feas pero, sobre todo, si alguno de los trenes en los que nos hemos subido ya llegó al destino que nos planteamos o, sencillamente, nos está llevando hacia algún sitio donde no queremos estar. Y es que luchar contra la inercia parece sencillo, pero no lo es.
Tampoco es fácil cambiar la percepción que los demás tienen de uno, sobre todo en este mundo distraído por tantos estímulos y tanta superficialidad. Un juicio rápido te puede condenar a que te endosen un rol que para nada se corresponde con tu realidad, y que no haya posibilidad de enmienda.
Pasé una adolescencia tan repleta de inseguridades que hace tantos años que decidí que no iba a permitir que estos juicios hechos por seres faltos de empatía me afectasen, y mucho menos iba a sufrir más de lo necesario.
Me gusta aprender y crear, formar equipo con buena gente, y cada vez disfruto más con ello.
La nota que tengo más en cuenta está escrita en el reverso del catálogo de un restaurante de comida china, y tan sólo reza "Hoy tú decides"
Lo dejé escrito hace un tiempo, porque a veces se me olvidaba que, en la mayor parte de las ocasiones, tengo el poder de decidir: si apostamos por embarcarnos en un proyecto, o si nos mantenemos en el barco cuando las cosas pintan feas pero, sobre todo, si alguno de los trenes en los que nos hemos subido ya llegó al destino que nos planteamos o, sencillamente, nos está llevando hacia algún sitio donde no queremos estar. Y es que luchar contra la inercia parece sencillo, pero no lo es.
Tampoco es fácil cambiar la percepción que los demás tienen de uno, sobre todo en este mundo distraído por tantos estímulos y tanta superficialidad. Un juicio rápido te puede condenar a que te endosen un rol que para nada se corresponde con tu realidad, y que no haya posibilidad de enmienda.
Pasé una adolescencia tan repleta de inseguridades que hace tantos años que decidí que no iba a permitir que estos juicios hechos por seres faltos de empatía me afectasen, y mucho menos iba a sufrir más de lo necesario.
Me gusta aprender y crear, formar equipo con buena gente, y cada vez disfruto más con ello.
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