sábado, diciembre 20, 2014

Tú decides

Mi nevera parece más un tablón de anuncios que un almacén de comida. El interior permanece frío pero sin nada dentro que cocinar o llevarse a la boca,  mientras que la puerta del frigorífico está repleta de imanes de lugares exóticos,  dibujos de mis sobrinas y notas recordatorias.

La nota que tengo más en cuenta está escrita en el reverso del catálogo de un restaurante de comida china, y tan sólo reza "Hoy tú decides"

Lo dejé escrito hace un tiempo, porque a veces se me olvidaba que, en la mayor parte de las ocasiones, tengo el poder de decidir: si apostamos por embarcarnos en un proyecto, o si nos mantenemos en el barco cuando las cosas pintan feas pero, sobre todo, si alguno de los trenes en los que nos hemos subido ya llegó al destino que nos planteamos o, sencillamente, nos está llevando hacia algún sitio donde no queremos estar. Y es que luchar contra la inercia parece sencillo, pero no lo es.

Tampoco es fácil cambiar la percepción que los demás tienen de uno, sobre todo en este mundo distraído por tantos estímulos y tanta superficialidad. Un juicio rápido te puede condenar a que te endosen un rol que para nada se corresponde con tu realidad, y que no haya posibilidad de enmienda.

Pasé una adolescencia tan repleta de inseguridades que hace tantos años que decidí que no iba a permitir que estos juicios hechos por seres faltos de empatía me afectasen, y mucho menos iba a sufrir más de lo necesario.

Me gusta aprender y crear, formar equipo con buena gente, y cada vez disfruto más con ello.

Porque, al final de la partida, tú decides

domingo, noviembre 09, 2014

9 - N

Una de mis citas favoritas (y que comparto fervientemente) es la de aquella anécdota que se cuenta sobre Winston Churchill cuando le preguntaron sobre qué opinaba de los franceses. "No sé, no les conozco a todos"

Es un agudo alegato por la diversidad de opiniones que me gusta tener presente. Personalmente, opino que cada uno tiene derecho a escoger de dónde se siente, es algo personal que viene definido por experiencias vitales, filias y por el fomento del sentimiento de pertenencia. Considero que nadie tiene la patente, el cuño para decidir quién es verdaderamente español, catalán, valenciano o congolés.

Durante estos primeros 41 años de vida he tenido la suerte de poder compartir algo de este tiempo con personas de muchos lugares diferentes del mundo, pasar parte de mi vida adulta en Catalunya, donde me formé como trabajador, persona y un poco como músico. Catalunya es un lugar que amo y respeto profundamente.

Aquest amor per Catalunya m'ha portat, per part d'algunes persones, a intentar ser vist com "no valencià" o, directament, qualificar-me (per a d'ells, despectivament) com a català, en una visió excloent que deteste profundament. Favor que em fa, aquesta gent (que es veu que ha comprat en algún lloc una bula per a declarar qui es valencià, espanyol i qui no).

Yo no juego a ese juego. Nunca diré quién es de dónde y quién no. Se puede ser de muchos lugares, de todos, y no ser de ninguno a la vez. Yo me siento valenciano, español, escocés, catalán, mislatero y, a veces, de Wisconsin (para aquellos que no lo sepan, para mí Wisconsin es un estado mental, que significa "añoranza por lo no vivido")

Asimismo, me parece un ejercicio de cinismo (otro más) por parte de este Gobierno declarar que es más democrático no votar sobre cualquier tema que no hacerlo, apelando a una Constitución que parece que fue encontrada en la cima de un monte por unos Moisés de pacotilla.

Dit això, em dól profundament que es jugui amb l'exclusió / inclusió d'un sentiment de pertànyer o no a Catalunya. Concretament, amb la meva exclussió de Catalunya. Jo no jugue al nacionalisme, com he dit abans, ni a l'espanyol, ni al valencià, ni al català. Cada vegada que es proclama que "Espanya no ens estima" em fa tanta pena com ràbia el "No mos fareu catalans" o "Los españoles primero".

Que cada cual decida dónde y cómo quiere vivir, qué quiere ser de mayor. No nos robemos los sentimientos de pertenencia, de cuantos más lugares nos sentamos, más cómodos viviremos.

miércoles, enero 15, 2014

El cine después de los títulos de crédito... "1,2,3, Splash!"

¿Sueles ir al cine, o al menos, solías hacerlo?
Si es así, ¿te quedas hasta el final de las películas?
Contesta sin miedo. Tú y yo sabemos que no, yo tampoco lo hago. Y eso que siempre recuerdo a Carlos Pumares aullando en la radio de la habitación de mis padres en la madrugada del sábado, pregonando a quien quisiera escucharle (y a sus vecinos) que había que quedarse sentado hasta ver todos los títulos de crédito. El ejemplo era siempre el mismo, "El secreto de la Pirámide". O sea, que si te ibas antes no te enterabas que el profesor malísimo era Moriarty. Esto no es un spoiler, Sherlock Holmes siempre tiene a Moriarty enfrente.

Este recurso lleva décadas de moda. Hace unos años se empleaban escenas descartadas o partes "pseudo" graciosas para tener a la gente sentada en los títulos de crédito. Últimamente en las pelis de superhéroes el final de la cinta anticipa un malo malote o de qué ira la siguiente, o solo sirve para verles comer un kebab.

Hay un antecedente a este cine tras los títulos. Lo sé porque he leído a Mark Millar y él se enteró viendo "Splash" por vigesimoquinta vez. Que dices, poco trabajo tiene, pero luego piensas que tú has visto Karate Kid III ocho veces y, si ya era mala la primera vez, en cada visionado empeora.

Si recordáis Splash, Tom Hanks se va con la sirenita Daryll Hannah a surcar los procelosos mares, y ya. Vale que Daryll tiene su punto, que el amor es la entrega sin límite pero también podían haberse ido juntos y comprarse un adosado con piscina. El final quedaba un poco flojeras por esa parte, pero  bueno, era "Splash" y no tu tesis doctoral, podías vivir con ello.

La clave estaba en los últimos fotogramas que nadie veía. Resulta que la sirenita no era tal, sino que tenía un pareado en la mismísima Atlántida, como se puede ver si aguantabas sentado