Aunque estaban en febrero ya era primavera para El Corte Inglés, por lo que nuestra pareja protagonista iba en mangas de camisa y pantalones pirata, aunque el reloj de la Plaza de España señalase unos ventosos 7º al sol. Iban medio absortos, medio enamorados y por en medio de la calzada, lo que dio trabajo extra a los sentidos de más de un conductor. Iban hablando de sus cosas, que no eran comunes pero sí que sonaba que iban a serlo algún día.
Entonces llegaron ante el edificio aquel de la Gran vía. Ella se llevó las manos a la cabeza y gritó:
- ¡Anda mira, si han tapiado la entrada de mi casa!
Él , furioso, exclamó "Juerr" y luego, más tranquilo, se calzó esta proclama:
- ¿Qué van a hacer, un parque o algo?, sí es que siempre están igual con los parques, lo que necesitamos es más ladrillo, más rascacielos que dan más sombra y proporcionan beneficios económicos, no estos haraganes de los árboles, que se plantan ahí y, además de chupar agua gratis, no valen para nada más que para molestar con sus hojas en otoño y ese olor tan desagradable a... resina, por no hablar de las cacas de perro... ¡Otro parque! ¡Acabáramos!
Ella asentía, enamorada de ese piquito de oro. De repente, su cara se ensombreció:
- Lo peor es que me he dejado las llaves dentro
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