jueves, noviembre 01, 2012

La película de la semana... de hace tres décadas (I): Hoy, "ÚNICO TESTIGO"

No todo lo que parece malo resulta serlo. Ante la falta de dinero y de salud los grandes planes para un puente de noviembre se han quedado olvidados para mejores tiempos, y la sobremesa familiar nos ha puesto en la pantalla "Único testigo", una película de 1985 que siempre he considerado una de mis favoritas, aunque no la había revisado desde hace mucho tiempo.

Antes de nada, he de decir que después de volver a disfrutarla esta tarde me sigue pareciendo maravillosa.

Poniéndonos en contexto "Único testigo (Witness)" significó la primera película de Harrison Ford tras terminar de completar la trilogía de las Galaxias y la segunda película de Indiana Jones y "Blade Runner". En ese momento Harrison era, sin temor a equivocarnos, lo más de lo más entre los actores de Hollywood. El resto del reparto incluía a grandes secundarios y a varios actores justo antes de despegar en sus carreras: Kelly McGillis pre-TopGun, Danny Glover antes de "El color púrpura" y la serie "Arma Letal (Too old for this shit") y, tachan, también sale Viggo Mortensen, de hecho éste es su debut en las películas. Apenas tiene una frase en todo el guión, pero él puede decir que estuvo en la escena de la construcción del granero, por ejemplo. Y nosotros no.

Único testigo confronta dos mundos totalmente opuestos: el de la comunidad Amish, fuertemente enraizado en las costumbres y tradiciones, basado en el esfuerzo y en el sentido de pertenencia a una comunidad inflexible en sus normas y, por otro, el mundo urbano, en el que impera el individualismo, el dinero, el temor y la violencia.
El crimen inicial es sólo una excusa para contraponer ambos mundos, y sacar al protagonista de su ambiente para introducirlo, como si de un alien se tratase, en el otro.

La película está magistralmente narrada, con antológicas escenas en las que el lenguaje visual impera sobre la palabra: el pequeño Lukas Haas se luce especialmente tanto en la escena del asesinato como cuando reconoce al asesino en la comisaría, un lugar en el que, por supuesto, no tiene ninguna computadora, ni teléfonos móviles, pero en la esencia no se distingue de las actuales, en las que la violencia institucionalizada y la coexistencia de personajes que viven al límite continua vigente.

Aunque por supuesto las dos escenas míticas de la peli son, por un lado, la construcción del granero, exposición de la filosofía de la comunidad Amish (el trabajo en equipo, la clara distinción entre las tareas de hombres y mujeres, la sensación de pertenencia) maravillosamente narrada musicalmente por la partitura de Maurice Jarre. Y, por otro, la no menos emotiva escena del granero, en la que John Book consigue sintonizar la radio en la que suena "Wonderful world" de Sam Cooke y, de manera espontánea, comienza a bailar y  filtrear con la protagonista, canalizando y explicitando la pasión tácita entre ambos personajes, que posteriormente se desarrolla como la posibilidad de construcción de un puente entre ambos mundos.




Coexistencia y convivencia que se resuelve en el clímax final. No me lo creo, pero por si alguien no lo ha visto, no lo desvelo.


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